Cuando se dice que un producto actúa por contacto, es porque penetra a través de la cutícula del insecto cuando el veneno se deposita sobre el , en cambio, cuando es por ingestión, significa que ingresa por el tracto digestivo al alimentarse de líquidos o sólidos que contengan el producto. En estos casos, se dice que un producto es no sistémico. Muchos productos actúan por contacto e ingestión.

​

Por otro lado, cuando se dice que un producto es sistémico, es porque es absorbido por la planta o sangre del animal. Esto significa que no importa si recae directamente sobre el insecto, sino que convierte su fuente de alimento en algo venenoso. De aquí la importancia de que el producto utilizado no sea persistente en el medio ambiente, o que no sea acumulable en los tejidos de los animales, sino que sea biodegradable.

Cabe aclarar que las nuevas tecnologías han logrado que los principios activos sean únicamente recepcionados por el sistema nervioso de los insectos, de forma tal que por más que se encuentre presente en la sangre de animales, o en la savia de plantas, esto no significa ningún tipo de riesgo a su integridad física.

​

Los productos deben ser claramente diferenciados, debido a que están diseñados para actuar sobre diferentes organismos a través de distintos mecanismos. En este sentido hablamos de los fungicidas, los insecticidas, y los acaricidas. La primera clase se utiliza para el control de hongos, y los otros dos, si bien parecen ser similares tienen composiciones diferentes debido a que muchos ácaros son inmunes a ciertos insecticidas. Es por esto que los destinados al control de ácaros suelen ser sistémicos, basándose en dos características de estos animales: son muy pequeños, por lo que es menos probable lograr una completa cobertura de la planta o animal si se utilizan productos que actúen por contacto; y tienen el hábito de succionar para alimentarse, lo que aumenta la efectividad de los productos sistémicos.

​

Normalmente se utilizan dos métodos para la aplicación de los productos, aspersión y termonebulización. El primero es más seguro en entornos domésticos y permite focalizar la aplicación del veneno. El segundo implica la utilización de un equipo que vaporice el producto, provocando lo que se denomina saturación del ambiente. De esta forma se cubre cada centímetro cúbico, permitiendo así llegar a los espacios más recónditos donde se alojan los insectos. Cabe destacar que cuando los productos se encuentran en este estado gaseoso, resultan sumamente tóxicos para el sistema respiratorio y contaminan las superficies. Por este motivo es que deben seguirse estrictas medidas de seguridad para su uso.

​